MAD
Cogiéndole el gusto a Fuenlabrada. Poder llegar a Madrid en tren cada día me sigue pareciendo alucinante. Ya hablo con mis padres y no lloro como una magdalena y empiezo a hablar andalú profundo con mis compañeros sin miedo a que no me entiendan. El “iyo” es parte fundamental de las conversaciones y aquí hay gente que no es tan siesa. Ya no cogería un tren sin mirar atrás para volver a mi casa, ahora solo me apetece observar todas las posibilidades que tengo a mi alrededor. Me doy cuenta de todo el apoyo que tengo y que tengo una familia, un novio y unos amigos que tienen un valor incalculable. Ahora sí brindo, y con razón, por esta aventura. Comienzo a ser consciente de que estoy cumpliendo un sueño.
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