Crezco




Nunca supe lo que dolía el desamor. No sabía lo que era realmente la palabra amistad. No sabía lo que se sentía cuando el corazón se rompía. He aprendido a sentir cosas que no sabía que existían, he hecho cosas que jamás pensé que podría. Me siento más grande, no de estatura, sino de madurez. Soy más mayor y más capaz, a veces. He aprendido que pasarlo mal no está mal, y que estar bien no es siempre lo correcto. Que ambos son estados de ánimo igualmente aceptables y que no debemos huir ni intentar acercarnos a uno más que a otro. Me he sentado delante de un espejo y he visto que no soy menos persona porque dos lagrimas recorran mi cara. He comprobado que hay recuerdos con los que se ríe a carcajadas y recuerdos con los que duele el alma hasta gritar. He aprendido que quererse a uno mismo no es ser egoísta, que valorarse no es creerte más que nadie. He aprendido a ver quién soy, con mis defectos, mis virtudes, lo que quiero y lo que no. A saber qué me gusta, qué me encanta y qué odio. Me he dado cuenta de que “soy capaz de...”. La vergüenza la he dejado debajo de la cama, junto a las cosas que te da pena tirar, he salido sin ella, sola, conmigo misma frente al mundo. He aprendido a sobrellevar que no siempre llueve a gusto de todos y que es muy fácil opinar. He aprendido a ver quién soy yo, ¿y sabéis qué? Me he dado cuenta de que me queda tanto por aprender, que mi camino es tan largo, que no voy a malgastar el tiempo pensando un por qué o un qué podría haber pasado. Prefiero vivir, experimentar, plantarle cara a la vida y aprender de todo lo me pase.


Soy nueva, diferente, pero sigo siendo la misma. Me están gustando cosas que nunca me pasaron por la cabeza, estoy haciendo cosas que antes me parecían locuras, estoy viendo una faceta de mi que me hace quererme y sentirme orgullosa de mí misma. Creo que estoy sintiendo cosas. Creo que estoy empezando a enamorarme de mi.




12 de noviembre de 2018


Comentarios

Entradas populares